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En un mundo agrario y feudal, de difíciles comunicaciones, el medio epistolar fue un instrumento utilísimo empleado por los monarcas, su familia y su círculo más inmediato de servidores, para notificar los fallecimientos y también para transmitir el consuelo y las condolencias según las formas protocolarias de la época. Gracias a la mecánica muy avanzada para el despacho de documentos seguida por la monarquía aragonesa, y a sus medidas de conservación en su Archivo Real, se ha podido hoy formar esta colección espléndida de 347 cartas enviadas o recibidas por los reyes, reinas e infantes de Aragón, cuya materia común es la muerte. Salvo unas pocas, todas las cartas proceden del antiguo «Archivo Real», núcleo del Archivo de la Corona de Aragón (ACA) y fondo que hoy se conoce con el nombre de «Real Cancillería», oficina encargada de despachar toda la documentación emanada de los monarcas aragoneses, con la cual se formó el grueso del Archivo Real, fundado en 1318 por Jaime II.