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El rico patrimonio musical del Medievo aragonés pervivió durante casi mil años en la memoria de sus gentes. Y es que antes de la aparición de la escritura musical (siglo X), el cantor llevaba consigo mismo todo el repertorio, como si de un tesoro se tratara. A partir de esa fecha los copistas pondrán por escrito, en bellos códices, las centenarias melodías que brotan de su imaginación y de su corazón. Los códices de los que se habla en estas páginas constituyen el testimonio mudo y ricamente sonoro de cientos de años de creación y de vivencia, la fuente primigenia de la que brota y se alimenta toda la música occidental.